Erasmus +: Experiencia Finlandia

Un viaje a Finlandia que nos hizo ver otro tipo de educación
Del 11 al 17 de mayo dos compañeras de nuestro centro tuvimos la oportunidad de participar en un curso de formación sobre el sistema educativo finlandés en la ciudad de Porvoo, gracias al programa europeo Erasmus+. Esta experiencia ha sido, sin duda, una de las más enriquecedoras de nuestra trayectoria profesional, no solo por la posibilidad de conocer de cerca un modelo educativo ampliamente reconocido por su calidad, equidad y enfoque humanista, sino también por la reflexión profunda que ha suscitado sobre nuestra propia práctica docente.
Finlandia lleva años despertando el interés de educadores de todo el mundo. Su sistema no destaca tanto por los resultados en pruebas internacionales como por lo que hay detrás de ellos: una estructura sólida, estable y centrada en las personas, que pone el foco en el bienestar, la confianza y la autonomía, tanto del alumnado como del profesorado. Esta visión integral y coherente de la educación se respira en cada rincón del país, desde las aulas hasta las decisiones institucionales. Una Educación al Servicio de la Sociedad En el corazón del modelo finlandés late una idea poderosa: la educación es el principal motor del desarrollo nacional.
No se entiende como un mecanismo de instrucción académica, sino como un proceso de construcción social y personal. Por ello, la inversión pública en este ámbito es elevada y sostenida. El acceso a la educación es universal, gratuito y verdaderamente equitativo, incluyendo la enseñanza, los materiales, el comedor y el transporte. Esta apuesta firme por la igualdad de oportunidades refuerza el compromiso de toda la sociedad con la escuela, y permite que ningún estudiante quede atrás por razones socioeconómicas.
Una de las claves del éxito finlandés radica en la estabilidad institucional. El sistema educativo está regulado por la Junta Nacional de Educación, un organismo técnico, permanente y no vinculado a vaivenes políticos, compuesto por representantes de diversos sectores: docentes, familias, alumnado y tejido empresarial. Esta estructura garantiza una toma de decisiones más inclusiva, coherente y duradera.
Durante el curso, visitamos distintos centros educativos y compartimos espacios de diálogo con docentes y directivos. Una de las características que más me impresionó fue la baja ratio alumno/profesor, que permite una atención individualizada, ajustada al ritmo y necesidades de cada estudiante. Esta medida no solo mejora el aprendizaje, sino que también favorece el vínculo emocional, el respeto mutuo y la personalización de la enseñanza. El profesorado goza de un altísimo reconocimiento social. No se accede a un puesto solo por méritos académicos, sino también por habilidades interpersonales, motivación y compromiso con la docencia. De hecho, el proceso de selección incluye entrevistas en profundidad, muy similares a las del sector privado. Esta exigencia inicial se traduce en un cuerpo docente altamente vocacional y profesionalizado. Además, los profesores permanecen durante años en los mismos centros, lo que favorece la estabilidad de los equipos, la continuidad del seguimiento al alumnado y un clima escolar más sólido.
La formación inicial que reciben en la universidad está profundamente centrada en la práctica, con especial atención a la didáctica aplicada y a las competencias pedagógicas reales. No sorprende, por tanto, que se confíe plenamente en su labor: no existen inspecciones externas ni una burocracia que interfiera en su día a día. El foco está en motivar, acompañar y enseñar, no en controlar.
Evaluar para Aprender: Uno de los aspectos más inspiradores del sistema finlandés es su enfoque de la evaluación. Lejos de los exámenes tradicionales, la evaluación se concibe como un proceso formativo, continuo y cualitativo. El aprendizaje no avanza por cursos académicos fijos, sino por la adquisición de competencias. Cuando el alumnado demuestra haberlas interiorizado, puede pasar a nuevos contenidos, independientemente del calendario o la edad. Esta lógica flexibiliza los itinerarios y reduce significativamente la presión sobre el estudiante. La evolución se comunica mediante plataformas digitales en las que el profesorado deja breves anotaciones cualitativas. Este sistema permite un seguimiento útil y humano, centrado en el proceso más que en el resultado.
Una Educación para la Vida En Finlandia, la escuela no solo prepara para exámenes, sino para la vida real. Desde la educación primaria, el alumnado cursa una asignatura obligatoria llamada Home Economics, que les forma en aspectos prácticos como la gestión del hogar, la comprensión de facturas, los derechos ciudadanos o cómo enfrentarse a trámites legales. Esta materia contribuye a desarrollar personas autónomas, responsables y activas en la sociedad. Su presencia en el currículo refleja una visión de la educación como una herramienta para la emancipación personal y no solo como una vía hacia el mercado laboral. Bienestar, Comunidad y Respeto Mutuo.
Un eje transversal del sistema educativo finlandés es el bienestar emocional. Se cuida con esmero el clima escolar, el respeto entre iguales y hacia el profesorado, la cohesión del grupo y la salud mental. La figura del docente goza de un respeto profundo: no se cuestiona su labor, se valora su criterio y se protege su tiempo. Este ambiente de confianza permite trabajar con serenidad, creatividad y compromiso.
Igualmente notable es la implicación de las familias, que participan activamente en la vida escolar. No se limitan a recibir información: colaboran en proyectos, proponen ideas y construyen comunidad. El alumnado, por su parte, entiende que está formándose no solo para sí mismo, sino para aportar valor a la sociedad. Esta conciencia cívica es visible en la responsabilidad con la que se implican en su propio aprendizaje.
Este viaje no nos ha llevado a idealizar Finlandia, pero sí nos ha hecho mirar con otros ojos nuestras prácticas. Nos hemos reafirmado en que en nuestro centro hay talento, vocación y un enorme potencial para avanzar. No se trata de copiar un modelo, sino de inspirarnos en él para repensar lo que hacemos. Proponnemos que empecemos por pequeños cambios realistas: diseñar un sistema de seguimiento competencial en nuestras tutorías, dedicar tiempo a la educación para la vida desde las materias transversales, crear espacios de acogida emocional al inicio del curso, seleccionar a los coordinadores por su actitud y liderazgo pedagógico, y abrir la escuela a las familias como comunidad viva.
Todo esto requiere esfuerzo, sin duda. Cambiar implica salir de la rutina, reorganizar, arriesgar. Pero también abre nuevas posibilidades, renueva la motivación y, sobre todo, mejora el bienestar de nuestro alumnado y de quienes enseñamos. La clave está en dar pasos viables, sostenidos y compartidos.
Un Agradecimiento Especial: Esta experiencia no habría sido posible sin la impecable organización de Mario Muñoz, a quien agradezco profundamente su labor y compromiso. Gracias también a Sheila, nuestra profesora durante el curso, cuya claridad, calidez y eficaz traducción nos permitieron sumergirnos sin barreras en el corazón del sistema educativo finlandés.
En su página web www.sistemaeducativofinlandes.com podéis conocer más sobre el trabajo que realizan y descubrir otras propuestas formativas en esta misma línea.
No queremos terminar este relato sin agradecer profundamente a los otros 27 docentes de todos los niveles educativos con quienes compartimos esta experiencia. Ha sido un verdadero privilegio convivir con profesionales tan diversos, comprometidos y generosos. Las conversaciones mantenidas, los intercambios de ideas y puntos de vista, y los momentos compartidos fuera del aula han enriquecido enormemente esta vivencia. Nos llevamos no solo aprendizajes pedagógicos, sino también muy buenos recuerdos y vínculos personales que confirman que la educación es también una cuestión de comunidad, de escucha y de entusiasmo compartido. Para terminar… , nos hemos traído muchas ideas, sí. Pero, sobre todo, una certeza: otra educación es posible y empieza por nosotros. No se trata de ser Finlandia, sino de ser mejores en lo que hacemos, con los recursos que tenemos, desde donde estamos.